Al comienzo del camino a Santiago todos
llegamos llenos de energía e ilusión. El bullicio es un tono de fondo
constante. Pero según han transcurrido los días uno acaba por necesitar del
silencio y la oración. Es sólo en este marco que una persona puede encontrarse
consigo mismo, es este espacio del silencio lo que propicia el encuentro con
Cristo.
El obispo nos invitaba en la homilía de
ayer a repetir jaculatorias mientras caminamos, al tratar de ponerlo en practica
me he emocionado al encontrarme, espontáneamente, haciendo oración; de este
modo el camino se va jalonando con frases de amor al Señor.
Es importante entender que el silencio
no se contrapone al barullo, de hecho, es desde el recogimiento cuando el
ajetreo del día a día adquiere sentido. ¿Qué hubiera sido de este camino si no
nos hubiéramos parado un rato a rezar antes de empezar la marcha? Este es el
momento en el que se pide por todos los que caminan, es cuando se actualizan los
propósitos de vida y sin quererlo el día se orienta hacia el final de la tarde
donde concluimos con la santa Misa, cumbre de la vida cristiana. Sin ese rato
de diálogo silencioso con el Señor la marcha no sería más que ajetreo.
10:29
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