El camino - 31 de julio

Introducción iconográfica


Mira ahora el parteluz. El apóstol Santiago te mira desde allí, muy dignamente vestido, sin atributos de peregrino, sin nada que nos haga sospechar las huellas que han dejado en él el camino que emprendió. Sin cansancio, sin polvo en las sandalias, sino que te recibe con gran dignidad. El apóstol Santiago, el mítico peregrino, que sin dudarlo cumple el mandato de su Señor, llegando hasta los confines de la tierra, seguramente sea en estos días uno de nuestros referentes. Enamorado de Cristo y de su promesa de vida eterna, siguiendo fielmente su palabra, emprendió uno de los más apasionantes viajes que ningún hombre haya emprendido jamás. Muchas veces agotado, abatido o entristecido por el panorama que se le presentaba, por la dureza de los corazones con los que trataba, se pararía al borde del camino con ganas de abandonar. Cuenta la tradición que la misma Virgen María, aún viva en Jerusalén, se le presentó a la altura de Zaragoza para consolarle y alentarle en su misión de evangelizar estas tierras.

El camino de Santiago es un reflejo del camino que es nuestra vida: ¿hacia dónde quieres ir? ¿Quieres ir ultreia y suseia (más lejos y más alto, como se decían los peregrinos medievales a Santiago cuando se cruzaban? ¿Quiénes son tus guías? Cuando sobrevienen las penas, las luchas, ¿quién te consuela y te anima?


Comentario catequético


El caso es que por lo general tenemos buen gusto, y se da la circunstancia de que cuando vemos en un comercio algo que nos gusta, nos interesamos por el precio, y o bien es muy caro, o lamentablemente ya no queda... ¿Por qué es tan difícil conseguir lo bueno, lo que nos gusta y nos atrae? ¿Por qué, por el contrario, lo mediocre es facilón, barato y rápido? Porque lo bueno se hace esperar, se da a los que lo luchan, esperan, perseveran...

La entera vida humana es así: ¡el bien atrae, vaya que sí! Pero el bien se hace a veces complicado, incluso arduo, porque estamos también inclinados al mal, por el pecado, y tenemos que luchar para tener lo que en realidad queremos. ¡Qué cosa más rara! ¿Se puede querer algo y no quererlo al mismo tiempo? Pues está visto que sí, porque lo que nos gusta nos cuesta (sobre todo al principio, pues luego el bien se hace más fácil, cuando somos más virtuosos). Y llega a ocurrir incluso que muchas veces nos parece preferible la renuncia a la lucha para no violentarnos, que el premio del esfuerzo.

¡Vaya situación! ¿Cómo puede explicarse (y tal vez superarse) algo tan difícil de entender? ¿Será que es razonable la doctrina del pecado original?

El CCE explica:

CCE 409: Esta situación dramática del mundo que todo entero yace en poder del maligno (1 Jn 5,19; cf. 1 P 5,8), hace de la vida del hombre un combate:

«A través de toda la historia del hombre se extiende una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día, según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin grandes trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr la unidad en sí mismo» (GS 37,2).

CCE 1808: La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. Mi fuerza y mi cántico es el Señor (Sal 118,14). En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo (Jn 16, 33).


Preguntas

1. ¿Te has parado alguna vez a pensar lo misterioso que en realidad es querer algo y al mismo tiempo no quererlo? ¿Encuentras alguna solución? ¿Se te ocurre algún ejemplo de una situación parecida en tu vida?

2. En tu vida, ¿hay cosas o personas por las que vale la pena luchar? Santiago, o cualquier otro (sacerdotes y consagrados, por ejemplo), que viven su vida para Cristo y los hermanos, como un servicio, ¿no desperdician la vida? Si crees que no la desperdician, ¿harías tú algo así?

3. ¿Qué se te ocurre para afrontar tu camino hacia arriba (ultreia y suseia) con cierta garantía de llegar?


Oración

¡Señor, ya estoy en camino! Pero qué difícil se me hace a veces. Ayúdame a superar las dificultades que encuentre en el camino, en el ambiente que me rodea, en mis compañeros, en algunos de mis amigos, a lo mejor en mi propia familia o en el trabajo. Virgen María: ayúdame como ayudaste y sostuviste al apóstol Santiago. Consuela mi alma en los momentos más duros y ayúdame a posar lo ojos de nuevo en el Señor.

Para que resuene en tu corazón: deseos de imitar a Santiago, superando dificultades, en vistas al bien de los otros y a la gloria futura.

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